Sor Juana Inés de la Cruz

Juana Inés de Asbaje y Ramírez de Santillana, más conocida como Sor Juana Inés de la Cruz, fue una religiosa mexicana de inteligencia prodigiosa que brilló como escritora lírica y dramática en el Siglo de Oro español. En una época en la que los convencionalismos sociales no admitían la curiosidad intelectual en la mujer, Sor Juana Inés de la Cruz desafió tempranamente las reglas sociales de su época.

De procedencia mexicana, Sor Juana Inés de la Cruz fue una de las más destacadas figuras de las letras hispanoamericanas durante el siglo XVII, tanto por sus prosas como por sus poemas y obras de teatro. Su erudición, su precocidad y su talento le ganaron la admiración de la corte mexicana, ámbito en el que ingresó cómodamente gozando de gran fama.

Sor Juana Inés de la Cruz fue la menor de tres hermanas. Sus padres, Isabel Ramírez de Santillana y Pedro Manuel de Asbaje y Vargas Machuca nunca se unieron legítimamente en matrimonio, condición ilegítima que Juana Inés trataba de ocultar.

Una lectora precoz

Nacida en un pueblo del valle mexicano, San Miguel Nepantla, la infancia de Sor Juana Inés de la Cruz transcurrió en Amecameca, donde estaba la hacienda de su abuelo, que era un hombre rico. Junto a los esclavos que trabajaban en la hacienda sembrando trigo y maíz, la niña aprendió hahuatl. Luego de la muerte de su abuelo tomó las riendas de la finca su madre, a espaldas de la cual su hermana mayor le enseñó a leer y escribir a la edad de 3 años.

Primer contacto con la enseñanza

En su Carta a sor Pilotea, Sor Juana Inés de la Cruz relata una anécdota de su niñez en la que toma el primer contacto con el aprendizaje escolar: Fue un día en el que, teniendo tres años solamente, acompañó a su hermana mayor a tomar una clase.

Sin vacilar, la pequeña Juana le dijo a la maestra que su madre le solicitaba que también le diera una clase a ella. Medio en broma y otro tanto en serio, la instructora le dio la lección comprobando con asombro, a los pocos días, que la niña en breve tiempo aprendía a leer y escribir a escondidas de los padres y “creyendo que me azotarían…”, según sus propias palabras.

Sor Juana Inés de la Cruz era una niña prodigio, aficionada desde edad temprana a los libros, de los pocos que estaban a su alcance ni una página quedaba sin leer por la niña. Lo que había eran libros religiosos, la mayoría edificantes, y en general estaban escritos en verso, por lo que se familiarizó con la idea de que los versos eran la forma de expresión escrita más natural.

Leyó en especial textos griegos, textos romanos clásicos y libros de teología. Cuando sólo tenía 8 años escribió su primera loa eucarística, habiendo despertado ya su vocación religiosa.

Un curioso método de estudio

Con gran disciplina y tenacidad propias de una autodidacta, Sor Juana Inés de la Cruz recurrió a métodos de estudio que causaron gran asombro. En su adolescencia, cuando pudo complacerse de su propia figura, utilizaba una especie de reloj muy particular para medir el progreso en sus estudios: se cortaba el cabello muy corto, más de lo normal, hasta que aprendiera un tema en profundidad.

En el tiempo que tardaba su cabello en volver a la normalidad o crecer hasta que resultara presentable, debía aprender sobre esa materia. Según sus propios dichos, “no había razón para vestir de cabellos una cabeza que estaba desnuda de noticias”.

Dicho recurso se conoció de boca en boca y tuvo resultados muy eficaces, ya que el mismo virrey (hombre preocupado por las artes y protector del progreso) se interesó en ella.

Apadrinada por la corte virreynal

A los catorce años Sor Juana Inés de la Cruz ya era admirada por su talento, y solicitada por la esposa del virrey Antonio de Toledo para ser su dama de honor. Los marqueses de Mancera la apadrinaron convirtiéndose en sus mecenas, gracias a su habilidad para los versos y su inteligencia asombrosa. Muy apoyada por las virreinas, Sor Juana Inés de la Cruz escribió muchas de sus poesías dedicadas a ellas, y fue el ídolo de un círculo de admiradores.

Disfrazada de hombre para poder estudiar

Cuando cumplió los 8 años descubrió libros escritos en latín por su abuelo, enterándose que podía aprender esa lengua en México, en una universidad que había sido fundada un siglo anterior. Desde ese momento comenzó a asediar a sus padres para poder ir a estudiar a esa ciudad, quienes lograron disuadirla con una objeción irrefutable: la universidad no admitía mujeres.

Sin amedrentarse, Sor Juana Inés de la Cruz pidió permiso a sus padres para disfrazarse de hombre con el fin de poder asistir a la universidad. Ante tan insistente ruego los padres accedieron, permitiendo que tomara clases de latín en la ciudad capital, al cuidado de unos parientes no muy cercanos.

A pesar de que Sor Juana Inés de la Cruz gozaba de gran fama y prestigio, en 1667 decidió renunciar a las banalidades del mundo para ingresar a un convento mexicano de las carmelitas descalzas. En él permaneció por espacio de cuatro meses, debiendo abandonarlo por cuestiones de salud. Recién dos años más tarde ingresó en forma definitiva a la orden de san jerónimo.

Sor Juana Inés de la Cruz eligió el convento no por vocación religiosa sino para huir del matrimonio, ya que prefería seguir disfrutando su afición intelectual. Escribió: “vivir sola sin ocupación alguna ni obligación que embarazase mi libertad para estudiar ni rumor de comunidad que impidiese el silencio sosegado de mis libros…” y “…el convento era la elección más decente que podía decidir para la seguridad de mi salvación…”

Ya en su celda en el convento, ella fue sede para:

  • Ser centro de reunión de intelectuales y poetas
  • Llevar a cabo experimentos científicos
  • Organizar una biblioteca muy nutrida
  • Componer obras musicales
  • Escribir su extensa obra de poesía, teatro, filosofía y estudios musicales

Las primeras poesías de Sor Juana Inés de la Cruz

Escritas en forma manuscrita, circularon páginas de sus primeras poesías en forma de villancicos, odas, sonetos, poemas. Sus días transcurrían en el convento, entre globos terráqueos, libros, mapas y aparatos científicos. Su éxito fue tan desbordante que despertó la envidia y resquemor de muchos personajes, que discutieron acerca de la veracidad del saber de la religiosa.

Un examen ante la corte

A punto tal llegó la discusión, que el tema fue llevado a la universidad para dilucidar si el saber científico de Sor Juana Inés de la Cruz era fingido o genuino. Para aclarar las divergencias, se resolvió organizar un tribunal para tomar un examen extraordinario para que la joven demostrara sus verdaderas habilidades.

 El tribunal que tomaría examen a Sor Juana Inés de la Cruz estaba formado por más de 40 especialistas y sabios expertos en distintas materias, del cual salió airosa.

Llegado el momento del examen, la joven se presentó frente a toda la corte respondiendo con total aplomo y gran amplitud. La universidad que tanto soñó fue en ese insólito momento el único contacto que pudo tomar. Luego del examen, a los 18 años de edad, tomó el nombre de Sor Juana Inés de la Cruz en el convento de las Jerónimas, donde definitivamente se consagró a los hábitos religiosos.

Su quehacer intelectual fue vedado por la Inquisión

Sor Juana Inés de la Cruz cumplía rigurosamente con sus obligaciones monásticas, y mantuvo una conducta ejemplar. Estaba acompañada en el convento de más de cuatro mil volúmenes de astronomía, matemáticas, filosofía, lengua, mitología, teología, historia, música, pintura y cocina, entre otros, a cuyo estudio dedicaba largas horas de su vida.

Sin embargo, aún dentro del claustro no le faltaron inconvenientes. Una de sus superioras le prohibió el estudio por tres meses, con la convicción de cumplir una regla de la inquisición. Al respecto ella escribió: “…yo la obedecí, y si bien no podía estudiar en los libros, estudiaba en todas las cosas que Dios creó. Los buenos oficios de las autoridades allanaron los caminos pues sabían que la sabia monja era visitada por estudiosos y literatos, como también por virreyes.

Críticas de la iglesia

En 1960 el obispo de Puebla había publicado una obra de Sor Juana Inés de la Cruz llamada la Carta athenagórica, en la que la religiosa criticaba duramente el “sermón del mandato”, que había sido escrito por un famoso teólogo jesuita portugués (llamado Antonio de Vieyra) acerca de las “finezas de Cristo”.

A dicha obra de Sor Juana Inés de la Cruz, el obispo había añadido un escrito propio bajo un pseudónimo (Carta de Sor Filotea de la Cruz), en el que si bien reconocía el talento de la religiosa, le recomendaba que se ocupara de la vida monástica antes que a la reflexión teológica, ya que debía comportarse de acuerdo a su condición de mujer y monja en lugar de otros ejercicios que estaban reservados a los hombres.

Respuesta de Sor Juana Inés de la Cruz al obispo

En su Respuesta a Sor Filotea de la Cruz (o sea al obispo de Puebla), Sor Juana Inés de la Cruz reivindica los derechos de las mujeres al conocimiento y al aprendizaje, ya que “el saber no solamente les es lícito, sino también provechoso”. En la “Respuesta a …” Sor Juana Inés de la Cruz da cuenta de una prosa de gran belleza literaria, además de los innumerables datos biográficos que permiten definir muchos rasgos de tipo psicológico propios de la ilustre religiosa.

A pesar de su contundente réplica, la poeta fue profundamente afectada por la crítica del obispo, luego de lo cual fue obligada a vender la biblioteca e instrumentos musicales. Además de vender todas sus posesiones y destinarlas a la beneficencia, consagró por completo su vida a la orden religiosa.

Durante la epidemia de cólera de 1695 que sufrió México, Sor Juana Inés de la Cruz murió mientras ayudaba a las enfermas el 17 de abril del mismo año.

Las características de su obra

Con temas que estaban de moda en la época social y contexto histórico en el que vivió Sor Juana Inés de la Cruz, sus poemas son el fruto del padecimiento y de las dificultades propias que le cerraban el paso a las mujeres de ese tiempo que se apartaban de los límites estrechos de los convencionalismos sociales.

Con influencias del barroco español (dentro del conocido Siglo de Oro) en especial de Luis Góngora y Calderón de la Barca, su obra tuvo una peculiar originalidad, donde la mayoría de sus escritos fueron hechos por encargo.

La obra literaria de Sor Juana Inés de la Cruz revela un tipo de inteligencia aguda y penetrante, que jamás olvida su condición femenina ni la situación angustiante de su sexo. Con mucha sensatez y sentido común, en su obra no faltan sugerencias sobre la educación de las mujeres y la conducta habitual de los hombres hacia ellas, como se ve reflejado en su célebre poema:

Hombres necios que acusáis

“Hombres necios que acusáis
a la mujer sin razón
sin ver que sois la ocasión
de lo mismo que culpáis.

Si con ansia sin igual
solicitáis su desdén
¿por qué queréis que obren bien
si las incitáis al mal?

Combatís su resistencia
y luego con gravedad
decís que fue liviandad
lo que hizo la diligencia.

Parecer quiere el denuedo
de vuestro parecer loco
al niño que pone el coco
y luego le tiene miedo.

Queréis con presunción necia
hallar a la que buscáis
para pretendida, Táis
y en la posesión, Lucrecia.

¿Qué humor puede ser más raro
que el que, falto de consejo
él mismo empaña el espejo
y siente que no esté claro.

Con el favor y el desdén
tenéis condición igual,
quejándoos, si os tratan mal,
burlándoos, si os quieren bien.

Opinión ninguna gana
pues la que más se recata,
si no os admite, es ingrata,
y si os admite, es liviana.

Siempre tan nécios andáis
que con desigual nivel
a una culpáis por cruel,
y a otra por fácil culpáis.

¿Pues cómo ha de estar templada
la que vuestro amor pretende,
si la que es ingrata, ofende
y la que es fácil, enfada.

Más entre el enfado y pena
que vuestro gusto refiere,
bien haya la que no os quiere
y queja enhorabuena.

Dan vuestras amantes penas
a sus libertades alas
y después de hacerlas malas
las queréis hallar muy buenas.

¿Cuál mayor culpa ha tenido
en una pasión errada:
la que cae de rogada
o el que ruega de caído?

¿O cuál es más de culpar,
aunque cualquiera mal haga:
la que peca por la paga
o el que paga por pecar?

¿Pues para qué os espantáis
de la culpa que tenéis?
Queredlas cual las hacéis
o hacedlas cual las buscáis.

Dejad de solicitar
y después, con más razón
acusaréis la afición
de la que os fuere a rogar.

Bien con muchas armas fundo
que lidia vuestra arrogancia,
pues en promesa e instancia
juntáis diablo, carne y mundo.

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